miércoles, 31 de diciembre de 2014

Un cuaderno azul... ¿para crecer o para envejecer?

La fecha del calendario, 31 de diciembre, anima a escribir resúmenes. Sería también fácil caer en la tentación de sumarse a las listas de "lo mejor de" que prosperan en blogs y medios estos últimos días del año. Podría incluso unirme a esos otros compañeros que han escrito ya su carta a los Reyes Magos... No, voy a ser bastante más simple que todo eso, solamente os voy a desear un feliz año nuevo.

El año nuevo tiene el olor de los libros nuevos, o de la ropa recién estrenada. Es como un cuaderno en blanco en el que nos proponemos escribir con la mejor letra posible. Recuerdo esos cuadernos azules que vendían en la secretaría de mi colegio, de doble raya, de cuadros, de raya única cuando ya te ibas haciendo mayor... los comprabas y ponías con letra muy clara tu nombre y apellidos, y la asignatura a la que pertenecían: Matemáticas, Lenguaje, Sociales, Física.... no, yo no llegue a tener Conocimiento del medio... soy un poco anticuado.

Mañana cada uno de nosotros tendremos un cuaderno nuevo en el que escribir nuestro nombre, y donde pone asignatura, pondremos, con letra muy clara 2015... vale.... ¿y qué es lo que vamos a escribir en ese cuaderno?

Desde hace tiempo, en los cursos que doy sobre gestión del cambio planteo a los participantes una pregunta... "¿cuál es la diferencia entre crecer y envejecer?" O mejor, ¿en qué momento dejamos de crecer y nos ponemos a envejecer? La pregunta, que puede parecer baladí, esconde, como sucede a menudo, un truco. Miro a mi hija con siete meses y no tengo duda, ella está creciendo. Miro este ordenador con el que escribo y puedo afirmar con rotundidad que está envejeciendo. ¿Y yo? ¿Y vosotros? Cuando os miráis en el espejo, ¿tenéis claro si estáis creciendo o envejeciendo?

Probablemente cada uno tendrá su propia opinión al respecto. La mía es esta. Creces mientras sigues haciendo cosas nuevas. Mientras sigues aprendiendo. Mientras cada día es una ocasión para probar cosas que no habías hecho antes (tener un blog, hacerme empresario, ser padre... el 2014 me ha traído un montón de cosas nuevas). Envejeces en el momento en el que decides que es mejor seguir haciendo lo que ya sabes hacer (no cambiar de técnicas, no cambiar de punto de vista, no pensar de manera diferente,...) que arriesgarte a probar esos sabores nuevos, que dejarte llevar por ideas que antes no se te habían pasado por la cabeza...

Pues yo os deseo para este 2015 que está llegando, que en ese cuaderno azul de pasta blanda y una sola raya (que ya somos mayores) escribáis un montón de cosas nuevas, que podáis resumir experiencias que no habíais tenido antes,  que anotéis el nombre de muchas personas que lleguen a vuestra vida aportando ideas frescas.... Os deseo un 2015 que os haga crecer. Un 2015 en el que os arriesguéis a hacer eso que lleváis pensando bastante tiempo. Un año que os haga ver otras cosas. Que os haga ver las mismas cosas de otra manera. Y que dentro de 365 días no nos miremos en el espejo sintiéndonos más viejos, sino más grandes.

Muchas gracias y buena lectura.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Del dicho al hecho. Reflexiones sobre la #4JIF (capítulo 1)

Han pasado ya más de tres semanas desde la #4JIF, y aunque estoy pensando ya en la próxima, me siento en la obligación de escribir algunas líneas sobre lo acaecido en Fuenlabrada ese día.

Lo primero, agradecer publicamente a los organizadores la invitación que me hicieron allá por el mes de febrero para que hablase de Fisioterapia y Comunicación, prácticamente sin conocerme, y sin tener muy claro por dónde podía salir. Espero que a estas horas Juan Antonio, Gema y Luis no estén dándose cabezazos por las paredes arrepintiéndose por la invitación hecha. Porque la verdad es que hacen un trabajo encomiable y necesitamos que sigan haciéndolo. Jornadas gratuitas, organizadas por fisioterapeutas, para fisioterapeutas, con unos ponentes de excepción (descubrimiento muy interesante el de Ana de Groot.... y apuesta segura Sergio Lerma, demostrando como comunicar y enseñar de manera directa). Como bien dijo en su blog Juan Antonio, una apuesta por la disciplinariedad, que tanta falta le hace a la fisioterapia, identidad, marco común, ideas comunes... y dentro de ese marco, todos los debates que sean necesarios para seguir creciendo.

No voy a transcribir aquí mi ponencia. Nació pensada para ser oral y visual, y llevarla al papel sería desnaturalizarla. Pero reflexionando sobre ese sentido de identidad si que quiero compartir algunas de las ideas que llevé a Fuenlabrada.


Como bien dice Batman, no es quién soy, sino lo que hago, lo que me define. O dicho en castizo, importa más lo que hago que lo que digo. Pues la fisioterapia parece no tenerlo muy claro. Y sigue diciendo algunas cosas y haciendo las contrarias. Claro, luego nos sorprende que la gente no haya entendido el mensaje que queremos que le llegue. Pues precisamente lo que pasa es que lo están entendiendo muy bien. Y quizás somos nosotros los que nos equivocamos con el mensaje. Ahí dejo tres reflexiones:

1. La fisioterapia no es una profesión en la que lo que importen sean las manos. Existe un proceso mental importante antes de la aplicación (o no) de una mano sobre el paciente. Nos sorprenden los pacientes que llegan pidiendo masajes, y no otras técnicas menos manuales. Hands off, seguimos diciendo, copiando a los anglosajones, pero mientras tanto, esta es la imagen oficial que mandamos a los usuarios:


Manos. Manos. Muchas manos. Esa es la imagen oficial de los Colegios Oficiales de Fisioterapeutas de España. Por no hablar de las tarjetas de visita, o de las clínicas que vemos por las calles. O de la Asociación Española de Fisioterapeutas que en boca de uno de sus representantes definió esa imagen de dos manos que se tocan como representación del "acto terapéutico"... mal nos va a ir mientras  transmitamos que el acto terapeutico es una cuestión de manos. Entre lo que digo y lo que hago... siempre gana lo que hago.

2. La fisioterapia es una ciencia. Esto no se discute. Lo defendemos. Lo pregonamos. Nos peleamos con quien haga falta para que no queden dudas, pero:


pero claro, luego publicamos estos cursos de técnicas no científicas, acompañados de la coletilla "para fisioterapeutas". Y no solo los publicamos. Los cursos se llenan. Y luego se lo transmitimos a los pacientes. Y claro, de ahí a ver péndulos dando vueltas encima de los pacientes el camino es pequeño. De nuevo, podemos seguir diciendo que somos una ciencia. Pero si el comportamiento que tenemos no es acorde... 

3. Los fisioterapeutas no somos técnicos. Somos profesionales con un conocimiento amplio sobre nuestro sector. Por ejemplo, como los arquitectos, ¿no?. ¿Se imaginan ustedes un arquitecto que en la puerta de su estudio pusiese un cartel con este texto?: "Perico el de los Palotes. Arquitecto. Se hacen casas. Casas grandes. Casas pequeñas. Casas de piedra. Casas de ladrillo. También se hacen centros comerciales. Y garajes. Y si hace falta faros". Pues no, yo tampoco me lo imagino. Si uno es arquitecto pone que hace arquitectura. Y si uno es médico, que hace medicina. Claro, que si uno es Fisioterapeuta: 


pues pone de todo (como muy bien señaló Nacho Fabiani en esta entrada)  y luego cuando el paciente pide algo le decimos que el profesional somos nosotros.... y entonces... ¿por qué vendemos técnicas?

En fin, como dice el refrán, del dicho al hecho, hay un trecho... nuestras actuaciones son lo que determinarán la longitud del mismo.

Gracias y buena lectura





jueves, 6 de noviembre de 2014

Sher(pa) o no sher(pa)... esa es la cuestión

Han pasado menos de 48 horas, así que los que me siguen en twitter ya habrán casi olvidado que hace un par de días estuve dando la lata con el HT #sherpas20... después de este pequeño descanso ya puedo volver a darles la brasa.
No os voy a resumir la jornada, creo que eso ya lo ha hecho maravillosamente Nuria (@tulupus) en esta entrada, o si lo preferís, podéis acceder a la pagina web del organizador (@menarini_es)... yo voy a contar mi experiencia, mis reflexiones. Personal. Muy personales.  

Los que me conocéis un poco más ya sabéis que a parte de dedicarme a la fisioterapia le soy infiel a menudo dedicándome a la formación en habilidades, al trabajo en equipo, a la comunicación... así que poder disfrutar de un día de trabajo colectivo en una desconferencia, no como organizador, sino como participante fue ya un regalo. Si además de eso le añadís que el acto fue realmente multidisciplinar e interdisciplinar (dos términos que a veces se confunden, pero que no necesariamente son lo mismo), con profesionales, pacientes e instituciones, todos hablando un idioma común y con un objetivo común, pues entonces ya entendéis que mi nivel de satisfacción es máximo.

Pero todo esto no lo sabía cuando Raul (@_RaulFerrer, que siempre anda metido en todos los tinglados, no se como se las apaña... y además trata pacientes!!!) me embarcó en el proyecto. Brecha digital me decía. Sherpas. Y claro, yo, que soy un enamorado del lenguaje le estuve dando vueltas a las palabras... ¿qué pienso si alguien me dice que delante de mi tengo una brecha? Pues pienso en una sima, en una dificultad, en un esfuerzo que tengo que realizar para atravesarla. Y quizás, solo quizás, todo eso me produzca miedo. Creo que fue Nacho Valverde (@farmavalverde, hubo muchas frases interesantes y quizás no voy a ser capaz de recordar en todas a sus autores, pido perdón por anticipado) el que comentó que quizás la brecha la estábamos haciendo nosotros... maravillosa reflexión... si yo quiero animar a que la gente llegue donde yo estoy, quizás hablarles de brechas no sea lo más oportuno, eso es como marcar una diferencia entres los que están a un lado y los que están a otro... y quizás no somos tan diferentes, como no lo son los niños que ya saben leer de los que todavía no saben... reconozco que la palabra desfase que estaba en la definición original de la brecha, me gustaba más que la palabra brecha en si misma... desfase digital... cada uno estamos en un momento... y no pasa nada, todos llegaremos, cada uno a su ritmo.
Sherpas. Esa fue la otra palabra que me llamó la atención. Que me lo sigue llamando. Tengo la sensación de que los que estábamos en la reunión éramos más del tipo Edmund Hillary que del tipo Tenzing Norgay. Me explico. Gente que "ha ido hasta allí" (sea lo que sea el allí) por interés personal, o profesional, a base de dedicarle mucho esfuerzo, muchas ganas y muchas horas. Lo que viene siendo alpinistas profesionales. Pero ninguno éramos realmente un nativo (eso es un sherpa, un nativo) digital. Eché de menos a esos nativos digitales, a esa gente para los que su realidad es el 2.0, diseñadores de apps que sueñan en binario y hablan idiomas extraños, gente de las grandes firmas, Google, Apple, Microsoft, Yahoo... nosotros no hacemos más que utilizar sus herramientas, no hacemos más que pasar por donde ellos nos han puesto las cuerdas... Ellos son los que saben poner las cuerdas... nosotros podemos contar la experiencia de haber llegado...

Y entonces, qué opino de esto de la salud y el 2.0... que a veces la imagen que puede llegar hacia fuera es que esto del 2.0 es difícil, trabajoso, y obliga a abandonar el 1.0... nada más lejos de la realidad... Menarini, que probablemente sea una de las industrias del sector farmaceutico que mejor está entendiendo el  2.0 en España no organizó un Hangout... cogió 50 personas, los metió en un garaje, les hizo trabajar codo con codo, los hizo interactuar, comer, jugar al futbolín.. todo muy 1.0 ¿hay algo más 1.0 que jugar al futbolín? Las abuelas que hablan por Skype con sus nietos ya son 2.0, las madres que te mandan un Whatsapp ya son 2.0. Los pacientes que te piden cita por la web son 2.0... solo hace falta extender poco a poco todo este proceso. Hay gente que es resistente al cambio. Y que cuanto más cambio le pides, más resistencia muestran. Y si el cambio lo pintamos con palabras como esfuerzo, más resistencia todavía. Quizás, y ya acabo, como dijo alguien en la desconferencia, haya que motivar, que no es animar, es dar motivos. Crear las estructuras. Implantarlas. Demostrar que son beneficiosas. Y dejar que la gente llegue a ellas. O mejor, que las use. El 2.0 no es un lugar al que para ir hace falta abandonar otro (el 1.0), el 2.0 es un lenguaje, y se hablará cuando todo el mundo tenga un motivo para hablarlo...

Espero que las conclusiones del evento me enseñen más sobre ese lenguaje. Para que podamos hablarlo con más gente.

Muchas gracias y buena lectura.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Comiendo en Málaga... algo mejor que los espetos.

            Hoy era día de fiesta. Y como era día de fiesta me fui a comer con unos amigos. ¿Qué amigos? Unos fisiofrikis como dice mi chica.  Los de Fisioterapia Sin Red, que celebraban el día grande del pueblo, #1NFSR lo llaman. ¿El lugar elegido? Málaga. ¿Los anfitriones? Esplendidos, con todo a pedir de boca. ¿Los cocineros? Excelentes ¿El menú? A la altura de los paladares más exquisitos. Y como ahora todos estamos muy puestos en masterchefes y topchefes, pues eso, que me voy directo a contarles la comida.

De Primero: Trampantojo de collarín
            Es lo que tienen los trampantojos, que una vez que los ves hechos, pues parece muy fácil, de eso que te vienen ganas de decir "eso lo puedo hacer yo si me pongo, y además, sin esforzarme". Pero hay que ponerse. Y no todos lo pueden hacer. Y muy pocos sin esforzarse. A Elena Bueno le dieron uno de los ingredientes más complicados en la cocina de la fisioterapia: el paciente que no quiere ser tocado. Y se lo aderezaron con un aliño que complicaba la situación: 150 pares de ojos que le pedían a gritos que lo tocase. Y con esos ingredientes hizo lo mejor que podía hacer, llevar el tratamiento hacia un no tocar. Como dicen los Chicotes y los Pepes: al producto tienes que darle lo que pide el producto. Y cuando nos toca un paciente que no quiere ser tocado, quizás no hay que olvidar ese "pequeño" detalle. Tocar todo lo necesario y lo mínimo imprescindible.
            Cuando luego nos contó como había cocinado el plato aprecié mucho mejor su preparación y la dificultad que había detrás. Y sobre todo me dejó una píldora para reflexionar a partir del lunes. ¿Por qué demonizamos la estabilización pasiva en la columna cervical a la vez que la justificamos en muchas otras partes del cuerpo, como por ejemplo el tobillo? Si  un tobillo es inestable (no hipermóvil, inestable) colocar un vendaje funcional que lo estabilice pasivamente no sorprendería a nadie.... y entonces...  ¿por qué nos llevamos las manos a la cabeza (nunca mejor dicho) ante un trampantojo de collarín?. Pues eso, a pensarlo.
Valoración del plato: retrogusto poderoso.

De Segundo:  Ternera gallega con Atún de Almadraba.
            Me lo habían dicho: Carlos Rodríguez cocina bien y enamora al auditorio. Dicho y hecho. De lo segundo no voy a hablar, ya quedan de muestra algunos tuits en los que mis compañeras se lo repartían cual botín de guerra, un trocito para cada una, (si los chicos hubiésemos dicho algo así de Elena, nos hubiesen dicho de todo, pues desde aquí lo digo yo ahora, Elena, tú no te achantes, que tienes tantos fans como Carlos). Del plato que preparó no puedo no opinar. Alguno dirá que si te dan un buen producto es imposible hacer algo malo con ello. No estoy de acuerdo. Algunos pacientes son como las trufas blancas de Alba, deliciosas e increíbles, pero tremendamente delicadas y difíciles de manejar. Pues ese fue el ingrediente estrella de su menú. Un paciente en apariencia ideal, pero que en manos equivocadas o poco atentas podría resultar muy difícil de tratar.
            Un baile. Una obra de ciencia (que no de arte). Mimando al producto, sabiendo en cada momento que es lo que el producto necesita. Respetando una de las máximas de los buenos cocineros, y que debería estar colgada en las consultas de todos los fisios "No añadas más sal de la que hace falta, que luego no hay manera de quitarla". Hacer más no es hacer mejor. Su diálogo continuo con el paciente no es una técnica de fisioterapia. Pero si no se tienen esas capacidades las técnicas a veces se quedan en agua de borrajas.
            Y del mismo modo que no hay carnes o pescados, sino comida, Carlos nos enseñó, (sin educarnos) que no hay neuro y trauma, sino personas. A ver si a fuerza de que nos lo repitan vamos haciendo la digestión.
Valoración del plato: Una de esas ocasiones en las que la comida (o la fisioterapia) va más allá de su función primaria y alcanza valores estéticos (y sin dejar de alimentar).

De Postre: Deconstrucción de Fisioterapia.
            Azúcar. Huevos. Harina. Con esos tres ingredientes se cocinan la mayor parte de los postres. Si no sabes muy bien que hacer con ellos te hará falta añadir otros ingredientes: vainilla, frutas, chocolate... que complican la receta pero enmascaran las debilidades. En la fisioterapia pasa lo mismo. Anatomía. Biomecánica. Valoración. Claro que si no tienes todo eso controlado te hacen falta un montón de técnicas para rellenar la sesión. Pues Lluís Puig hizo exactamente eso, quitar todos los adornos y volver al ABC de la fisioterapia: anatomía (de primero), biomecánica y fisiologia articular (ídem), y valoración (ídem de ídem). Y solo con eso y sin adornos nos presentó el postre que todos queremos saber hacer y que no nos cansamos de comer. Un paciente que está a punto de operación y que descubre que no se va a poner la bata de quirófano.
            Que un cocinero como él diga tranquilamente que a un paciente podría hacerle unos activos asistidos, que llame a un ejercicio arremangar, que diga que pondría una electroterapia para potenciar, que relaje un hombro mirando al tendido como quien no quiere la cosa y que consiga que los comensales nos lo comamos todo con gusto y asintiendo demuestra que ser fisioterapeuta no es acumular técnicas ni decir palabras raras, como ser cocinero no es tener muchos cacharros en la cocina ni complicarse la vida con nitrógeno líquido o electrolísis varias.
Valoración del plato: equilibrio perfecto entre sabor, presencia y aporte energético. El postre de los campeones....


Se que el menú continuó, que hubo licores y café. Me quedé con ganas de probarlo. Alguno de los comensales lo contará. Pero yo ya estaba lejos, en un avión, pensando en todo lo que tengo que desaprender para seguir aprendiendo.

Muchas gracias y buena lectura.

martes, 21 de octubre de 2014

El que fue a Sevilla...

Lo malo de querer hacer una entrada sobre un Congreso de Fisioterapia en el que han participado más de trescientos compañeros es que corres el riesgo de ser poco original. Lo malísimo de hacerlo cuando algunos de los compañeros han hecho ya las suyas (@fisiostyle, @NachoFabiani, @fisiobealopcan, o @argoicoechea por poner algunos ejemplos, podéis aprovechar a leer sus entradas) es que realmente puedes aportar muy poco más. Y entonces os preguntareis, ¿qué hago dándole a la tecla a las doce de la noche? Pues yo también me lo pregunto, y ahí va mi respuesta.

Lo primero agradecer a las entidades, Sefid y Colegio de Andalucía en primis, que lo han hecho posible. Y lo segundo, desde aquí unirme al agradecimiento personal a Javier Aguilera. Si alguna vez habéis intentado organizar una cena de Navidad para un grupo de amigos entenderéis el nivel de estrés que puede haber arrastrado el bueno de Javi a lo largo de estos meses para que todo saliese lo mejor posible... por poner un ejemplo, que a alguien se le ocurra mandar un correo a los participantes con el tiempo que va a hacer en Sevilla para esos días demuestra lo que yo entiendo por estar pendiente de los detalles... Y eso por no hablar del "timing" general; si no hubiese sido por los 30 grados y la "caló" que hacía, hubiese creído que el rió que atravesaba por las mañanas era el Rin y no el Guadalquivir.

Del nivel de las ponencias, del nivel de los ponentes y del nivel de los argumentos no puedo decir nada. Después de un congreso así hace falta volver a la clínica y empezar por abandonar aquellas cosas que uno ha descubierto que hace mal. Luego, ponerse a leer, a estudiar, a reflexionar y ver cual de todas esas cosas se puede llevar uno. Como bien dice Arturo Goicoechea, hace falta tener el valor de desaprender lo aprendido para poder aprender cosas nuevas (la frase es de Yoda, pero si citas a Arturo Goicoechea parece más culta la cosa y menos friqui)... Mucho trabajo por delante para cada uno de nosotros. Yo empiezo ahora mismo con el libro de ponencias.

¿Y qué es lo que no ha ido bien? Pues para encontrarlo, tengo que hilar muy fino, pero algunas cosas son mejorables. Las sillas. Qué ganas de levantarse cada vez que acababan las ponencias. Que dolor de todo. ¿Nadie se ha dado cuenta de que los fisioterapeutas no sabemos estar sentados? Algún genio se había llevado la almohada cervical para el viaje... estuve a punto de comprársela como cojín....
¿Y los discursos políticos? Esos mejor eliminarlos, sobran. Sobra la gente que va a leer su discurso y no se da cuenta de si la gente le escucha o no... hubo también algún que otro ponente que hizo lo mismo.... pero por lo menos lo que contaba era más importante... Para los próximos cursos, menos políticos y más de cualquier otra cosa...

¿Y la comida? No es que no hubiese suficiente. Es que los fisioterapeutas habíamos desgastado mucho nuestro físico y nuestro cerebro... eso, y que como dice Beatriz López, aquello parecía los Juegos del Hambre, 4 "a la caza de cazón perdido" se hubiese titulado si hubiese sido una película...

¿Y lo mejor? Pues lo mejor fue la compañía... y permitirme que aquí barra para casa, no es que vuestra compañía como fisioterapeutas no me guste. Pero la mejor compañía fue otra. Mil gracias a mi pareja, por seguirme, por venirse hasta Sevilla conmigo y por tener la paciencia de que a su chico le vayan estas reuniones de "fisiofrikis" a las que de vez en cuando acudo... Sin ellas este Congreso no hubiese sido tan redondo.

Gracias y buena lectura.

viernes, 10 de octubre de 2014

Carta a un Extruso

Hola querido Extruso,

Perdona que te mande esta carta así, sin avisar, y que lo haga en un lugar público, pero es que ya me tienes un poco harto y quería hablar contigo. Total, se que me lees, que me sigues en redes sociales, así que este es un lugar tan bueno como cualquier otro.

No, no me he equivocado con el nombre, no quería decir intruso. Se muy bien que la palabra extruso no existe para la Real Academia. Tres cuartos me importa. Porque las palabras se crean para lo que se necesitan. Y para definirte a ti, se me ocurren muchas palabras y ninguna bonita, así que lo vamos a dejar en extruso. Si no te gusta, pues te jodes fastidias. Por mi parte hay ya muchas cosas de las que tu dices que no soporto.

Eres fisioterapeuta. Como yo. Pero no como yo. Como yo, tú eres legalmente fisioterapeuta, estudiaste, no se si mucho o poco, y te sacaste un título que te autoriza a ejercer tu profesión (o sea, a aplicar agentes físicos, toma nota porque a veces se te olvida). Lo que pasa es que tú, y aquí empiezan nuestras diferencias, te crees que ese diploma con firma real es una patente de corso para poder hacer lo que te de la gana en pos de la salud del paciente. Y además te crees que eso que tú haces, por hacerlo tú, por tener un título legal, se convierte en legal. Se me revuelven las tripas solamente de pensarlo. El hígado. O sea, que me acabará haciendo daño el hombro, ya me lo has dicho en todas partes...

Durante mucho tiempo hemos pensado en fisioterapia que el problema eran los intrusos. Aquellos, que desde otras profesiones, o sin ellas, ocupaban nuestros espacios. Lo mejor para identificarnos ante ellos era nuestra profesionalidad, nuestras bases, ese viaje hacia una parte más científica abandonando técnicas chamanísticas, orientalísticas y charlatanísticas. Y vas tú y te sacas de la manga el fisioreiki, la fisiohomepatía y el fisioenergetismodelaleche.... hay que joderse, décadas intentando separar el nombre de la fisioterapia del de todas esas cosas y vas tú y te quedas tan pancho pensando que has llevado el mundo de la fisioterapia a una nueva dimensión... y tienes razón, esa fisioterapia tiene una dimensión nueva... y horrible.

Y sí, ya se que has curado a más de diez mil personas con todas tus técnicas, y que según tú eso avala todo tu trabajo. Curar. Hay gente que se cura sin hacer nada. Nosotros no curamos. Pero claro, a ti términos como remisión natural no te suenan de nada. Ni estudios con doble ciego. Para ti todo es holístico. Y con decir holístico al final de cada afirmación ya parece que eres muy guay, y que los demás lo que somos es cerriles porque nos seguimos empeñando en no alabarte, en no comprenderte, en no entender tu genialidad que va unos milenios por detrás delante de la nuestra.

No te pido que dejes de hacer lo que haces, por mi puedes ponerle péndulos en el ombligo a todos los pacientes, abrirles los chakras (igual lo escribo mal, pero me importa poco), bailarles el chikilicuatre o vaciarles los bolsillos. Solo te pido que cuando lo hagas, te metas el título de fisioterapeuta... que lo escondas en algún sitio, que no confundas a la gente con lo que es y con lo que no es. Que tú seas fisioterapeuta no convierte lo que tú haces en fisioterapia. Puedes ponerte como te pongas. Pero vigila la vesícula biliar, por si acaso, que esas emociones negativas te van a poner mal el karma.

Pero la culpa no es solo tuya, no, es también nuestra, por dejarte que sigas haciéndolo, por no denunciarte ante los Colegios, porque los Colegios hacen como los políticos y miran para otro lado... (sí, la mayoría de los códigos deontológicos hablan de gente como tú, y no precisamente bien, fíjate por donde, pero claro, a ti eso no te importa), ... mandagüevos, aquí luchando contra molinos de viento y lo que pasa es que alguien nos ha colado un caballo de madera en casa...

Muchas gracias y buena lectura.




lunes, 29 de septiembre de 2014

Al final va a ser verdad...

Escribo estas lineas a unos 8000 metros de altura. El avión que me lleva de vuelta a casa es demasiado ruidoso como para permitirme conciliar el sueño, así que aprovecho para pensar en voz alta sobre este ultimo fin de semana.

Creo que la primera vez que escuché la palabra multidisciplinariedad fue hace 18 años, el primer día que empecé la carrera de fisioterapia (hostias la de tiempo que ha pasado). Desde entonces me he cansado de escucharla, sobre todo en la boca de algunos, como si fuese un mantra tibetano. No se, igual si dices multidisciplinariedad tres veces muy rápido sin que se te trabe la lengua ocurre algún milagro, vaya usted a saber. Digo que la he seguido escuchando, porque lo que es verla la he visto muy poco. Como los billetes de 500 euros, que todos sabemos que existen pero pocos los ven de manera habitual. Pues este fin de semana la he visto. He tenido la posibilidad de nutrirme de ella, y de alimentarla. Y la sensación es muy, muy positiva.
Hace unos meses la DMSA (Doctors in Movement Science Association) me invitó a participar a su congreso anual con una ponencia sobre los movimientos accesorios. Para los que no lo sepan la DMSA es una asociación de Licenciados en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte con sede en Italia. Son solamente unos cuatrocientos, y como dice su secretario Giorgio Pasetto "son pocos, pero buenos". Creen firmemente en su profesión, la defienden, les gustaría que fuese reconocida por lo que es, pero también les gustaría saber exactamente cuales son sus atribuciones, sus responsabilidades, sus límites.

Hace algunos meses más tuve la oportunidad de asistir, en calidad de oyente, a la jornada  que organizó FSR (Fisioterapia Sin Red)... curioso, son (en este caso somos) también casi 400, pocos pero buenos, que creen mucho en su profesión, que la defienden, que les gustaría que fuese reconocida por lo que es, y que les gustaría dejar claras cuales son sus responsabilidades, sus atribuciones, sus limites... bastantes parecidos, ¿no?
Pero lo mejor es que los parecidos no acaban ahí. En la jornada de abril participaron fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, médicos, neuropsicólogos. En este fin de semana de septiembre había licenciados en actividad física y deporte, médicos, fisioterapeutas, psicólogos... Y sobre todo, en ambas se habló de lo que nos une por encima de todas las diferencias. El movimiento. La vida es movimiento. El cuerpo es la herramienta que un sistema nervioso diseña para poder moverse. Y ese es un idioma que nos resulta común a todos. Si fuese como en el juego y tuviese que encontrar las siete diferencias me costaría mucho encontrarlas. Por coincidir hasta en ambas hubo dos "anárquicos" que nos hablaron sin necesidad de protegerse con un PowerPoint... siempre quedarán románticos...

El movimiento. Quizás compartir ese idioma sea el secreto para empezar a ver como florece esa multidisciplinariedad, esos equipos de trabajo interdisciplinares, ese arrimar el hombro para obtener el beneficio de todos, el nuestro, el del paciente, el de nuestra profesiones. Ver que en poco más de cinco meses, en dos países diferentes, desde dos profesiones que a veces han parecido irreconciliables, surgen iniciativas tan parecidas y que tienden a unir más que a separar me hace pensar que realmente ha llegado el momento de empezar a ver más a menudo los "billetes de 500 euros". Brotes verdes, que los llamarían los políticos.
Decía Alberto Bucci en la cena que tuve el placer de compartir con él el sábado que si cogiese el cerebro de 30 investigadores y los mezclase tendría un súper investigador. Pero que si consiguiese que los cerebros de 30 investigadores se comunicasen entre ellos lo que tendría serían 30 súper investigadores. Está muy claro que comunicarse, compartir conocimientos, trabajar en red, solo puede sumar y hacernos a todos mejores. Inteligencia colectiva se llama, y quizás empiece a no ser tan raro a partir de ahora.

Muchas gracias y buena lectura.


P.D: Pensando pensando una diferencia la he encontrado... ¿Vosotros qué opináis?
Aquí la sede en Alcorcón
Aquí la sede en el Parco Termale del Garda... 

Alla fine sarà vero...

Scrivo queste righe a circa 8000 metri. L'aereo che mi porta di ritorno a Madrid è troppo rumoroso per permettermi di dormire, quindi approfitto  il momento per pensare ad alta voce su questo weekend che sta per finire.

Credo che la prima volta che ho sentito la parola multidisciplinarietà è stato 18 anni fa, il giorno che ho iniziato la Laurea in Fisioterapia (Belin!!! ma quanto tempo che è passato). Da quel momento in poi l'ho ascoltata di continuo, soprattutto in boca di certe persone, come se fosse un mantra tibetano. Boh, forse se dici multidisciplinarietà tre volte molto velocemente senza che si ti attorcigli la lingua accade un miracolo, chi lo sa... Dico che ho continuato ad ascoltare la parola, ma vederla l'ho vista veramente poco. È come le banconotte di 500 euro, tutti sappiamo che ci sono, ma pocchi li vedono tutti i giorni. E invece questo weekend ho visto la multidisciplinarietà. Ho potuto nutrirmi di essa, ho potuto farla crescere. E la sensazione è molto, molto positiva.
Qualche mese fa, la DMSA mi ha invitato a partecipare al loro Congresso Nazionale come relatore con una comunicazione sui movimenti accessori. Per coloro che non la conoscono la DMSA è un'associazione di Dottori in Scienze Motorie con sede in Italia. Sono circa quattrocento, ma come dice il loro segretario Giorgio Pasetto "siamo pocchi ma buoni". Credono molto nella propria professione e nella loro professionalità. La difendono, le piaccerebe che fosse riconosciuta per quello che è, ma vogliono anche fare chiarezza su quali sono le loro responsabilità, le loro capacità, i loro limiti.
Cinque mesi prima ho avuto, invece, l'occassione di essere presente alla giornata che ha organizzato FSR (Fisioterapia Senza Rete)... curiosamente anche loro sono (anzi, siamo) circa quattrocento, pocchi e buoni, che credono molto nella propria professione, che la difendono, che vogliono che sia ben riconosciuta, ma che vogliono fare luce sulle proprie responsabilità, le proprie capacità, i proprio limiti... Simili, vero?

Ma il meglio è che le sommiglianze non finiscono qui. Nella giornata di aprile parteciparonno fisioterapisti, terapisti occupazionali, medici, neuropsicologhi. Questo weekend di settembre ho sentito parlare a chinesiologhi, medici, fisioterapisti, psicologhi... Ma soprattutto, in entrambe le occasioni si parlava più di quello che ci unisce che non di quello che ci allontana. Il movimento. La vita è movimento. Il corpo è l'invenzione che un sistema nervoso disegna per poter muoversi. E questo linguaggio ci accomuna a tutti. Se fosse stato il gioco di trovare le sette differenze avrei fatto molta fatica a trovarle. Un essempio, in tutte e due giornate ci sono stati due "anarchici" che ci hanno parlato senza il bisogno di proteggersi con un powerpoint... sempre rimarrano i romantici....
Il movimento. Forse condividere questo linguaggio sia il segreto per cominciare a vedere più spesso questa benedetta multidisciplinarietà, questi team interdisciplinari, quel sommare sforzi per avere un beneficio comune, di tutti, nostro, del paziente, delle nostre professioni. Vedere che in poco più di cinque mesi, in due paesi diversi, da due professioni che in certi momenti sembrabano di essere in guerra, insorgono iniziative così vicine e che riescono a collegare più che a allontanare mi fa pensare che forse questa volta è arrivato il momento di vedere più spesso le banconote di 500 euro. Segni di ricrescita, direbbero i politici.

Diceva Alberto Bucci nella cena del sabato che se prendesse i cervelli di 30 ricercatori e li metesse insieme avrebbe un super ricercatore. Ma che se riuscisse a fare che i cervelli di 30 ricercatori se communicassero tra di loro, quello che otterrebbe sarebbero 30 súper ricercatori. Non ci sono dubbi. Non ci sono domande. Communicare, condividere il proprio sapere, lavorare in rete, soltanto può che fare somma e farci diventare migliori a tutti. Intelligenza colletiva si chiama. E forse da oggi comincia a non essere così stranno.

Molte grazie e buona lettura. (E scuse per gli errori)

PS: ... pensando pensando una differenza l'ho trovata... voi che ne dite?
La location in Spagna... Ospedale Alcorcón

La location in Italia... Parco termale del Garda



viernes, 12 de septiembre de 2014

Una de chocolate. Y muchos churros.

Llega septiembre, el mes de los buenos propósitos, de apuntarse a un gimnasio para recuperar los abdominales, de comprarse los fascículos para aprender inglés, de organizar el escritorio para optimizar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo... por suerte octubre y noviembre se dedicarán a devolver todo a su sitio y la vida seguirá por sus cauces normales. Vivir siempre en septiembre sería aburridísimo...

Yo sin embargo quiero aprovechar septiembre para ponerme a recordar. Y quiero salir del armario de una vez. Tantos años llevándolo dentro me están haciendo sentir mal. "SÍ, yo también hice churriterapia durante algún tiempo". Hala, ya lo he dicho.

                                     


En estos tiempos dospuntocero en el que todo el mundo es la leche de bueno me imagino la frustración de todos aquellos fisioterapeutas, normalmente recién saliditos del horno de la universidad que se ven obligados a hacer churriterapia. Pues a ellos va este post. Sí, porque ahora puedo dedicar a cada paciente el tiempo que quiero y no tengo nadie que me indique lo que tengo o no tengo que hacer con un paciente, pero no olvido que durante unos cuantos años no fue así.

Mi primera experiencia con la churriterapia fue en Italia, recién desembarcado y sin más palabras italianas que pizza, gelato y Tassoti figlio di puttana capuccino. Ese nivel de italiano podría bastar para hacer fisioterapia, si no fuese porque estaba en un gimnasio, solo, con una media de unos siete pacientes cada media hora... incluyendo pacientes con problemas neurológicos, prótesis de cadera recién operadas, pacientes con problemas de atención, vamos, lo mejorcito de cada casa... en fin, aquello más que un gimnasio parecía un circo y yo me sentía a mitad de camino entre el domador de leones y la azafata que se tumba en el suelo para que le pasen por encima los elefantes. Lo malo es que mis elefantes no estaban domesticados...

Aquello fue mejorando (más que nada porque empeorarlo estaba difícil) y conseguí pasar al segundo nivel. Pacientes cada diez minutos. O mejor dicho, trozos de pacientes cada diez minutos. Sí, habéis leído bien, trozos de pacientes. Me explico ¿Una cadera? Diez minutos. ¿Una cadera y una rodilla? Pues veinte minutos ¿Cervical, dorsal y lumbar? Eres un afortunado, para ti media hora. Claro, siempre que tu doctor hubiese escrito cervical-dorsal-lumbar, porque si por ahorrar tiempo había puesto columna vertebral, pues adivina, diez minutos, unos veinte segundos por vértebra, ni para hacer manipulaciones daba.

Claro que todo podría acabar aquí... pero como decía Steve Jobs "one more thing". De cuando en cuando te tocaba la rotación de "máquinas", oseasé, de churriterapia al cuadrado, 14 salas donde se encontraban tracciones cervicales, lumbares, 10 aparatos de TENS, ultrasonidos, microondas y láser.... y tú repartiendo pacientes como si fuesen paquetes de correos, "tú a la cuatro y vete cogiendo el agua para el ultrasonido" "tú a la siete y túmbate que luego te pongo la microondas" "tú a la doce y ponte el TENS, pero no te lo pongas muy fuerte, solo tienes que notarlo". Eran dos semanas cada dos meses, pero valían como si fuesen dos años.

Ahora, miro hacia atrás y me río. Me río porque no puedo hacer otra cosa. Pero dejo de reírme cada vez que pienso que hay muchos compañeros que siguen estando en la misma situación, sin irse tan lejos, sin irse a Italia. ¿Aprendí algo en aquellos años sobre fisioterapia? Pues la verdad es que sí, porque como dice el lema de la formación experiencial, las experiencias no son lo que nos pasa, sino lo que hacemos con los que nos pasa. No, no defiendo la churriterapia, (lo voy a poner hasta en negrita) que luego todo se malinterpreta. Pero aquellos años me ayudaron a tener claros algunos conceptos.

Del tiempo en el gimnasio aprendí que lo más injusto era repartir el tiempo a partes iguales entre los pacientes. Establecí una especie de "triage", como se hace en las urgencias de un hospital. ¿Me equivoqué clasificando alguna vez? Muchas, imagino (como sucede en las urgencias de un hospital), pero si los recursos son los que son, tienes que trabajar con ellos. Estar solo quejándote no les aporta nada a los pacientes.

Del tiempo que pasé con "una zona/diez minutos" aprendí a priorizar. A escuchar lo que para el paciente era su problema principal y a trabajar sobre ello. Aprendí a llevarme el trabajo a casa porque en un solo día no me daba para recoger datos y además razonar. Y aprendí que no hay ningún estudio que correlacione tiempo de tratamiento con eficacia de una terapia. Todavía me estoy muriendo de la risa cuando la empresa nos obligó a hacer el curso de Mézières, lo que se llama una técnica adecuada a la realidad...

Del tiempo que pasé con las "máquinas" aprendí.... aprendí..... bueno, en eso no aprendí nada, pero cada dos semanas que pasaba en ese infierno perdía tres kilos, así que gracias a eso no volví de Italia hecho una mozzarella... ¿algo bueno hay que encontrarle no?...

Dedicado a todos los que se levantan para hacer fisioterapia en condiciones en las que hacer  fisioterapia parece imposible.

Muchas gracias y buena lectura.


Imagen: By Alpha from Melbourne, Victoria, Australia (Flickr) [CC-BY-SA-2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)], via Wikimedia Commons

lunes, 1 de septiembre de 2014

Cuestionario para valorar las competencias en Fisioterapia

Buenas tardes

Perdonadme que esta vez utilice el blog para pedir vuestra colaboración. He sido invitado por el comité organizador de las Jornadas Interhospitalarias de Fisioterapia en Fuenlabrada para participar con una breve ponencia en las mismas. Para acabar de preparar el contenido de mi presentación he diseñado un pequeño cuestionario online completamente anónimo (y breve, no lleva más de 5 minutos realizarlo) que me permita recoger una serie de datos sobre las competencias y la formación en el mundo de la fisioterapia. Para participar en el mismo solamente tenéis que hacer clic en el enlace que encontráis al final de esta entrada.

El cuestionario está abierto a fisioterapeutas, estudiantes de fisioterapia, y a cualquier persona que quiera aportar su opinión. Aprovecho, además, para pediros si podéis colaborar conmigo dándole la mayor difusión posible, invitando a participar a vuestros compañeros de trabajo, de estudios,  amigos o familiares. Ya que el cuestionario es anónimo, os pido también que en el caso de que hayáis ya respondido, no lo realicéis nuevamente para no alterar los resultados.

Muchas gracias por vuestra participación. A continuación el enlace para el cuestionario:

Cuestionario para la valoración de las competencias en Fisioterapia

jueves, 28 de agosto de 2014

Si quieres puedes. O quizás no, pero estás más cerca.

Hace unas semanas, empujado por la curiosidad que despiertan en mí los tuits de @ezeyan disfruté con la lectura de esta entrada sobre cómo querer no es poder. Nada que añadir a la entrada. Completamente de acuerdo. Querer no es poder, por mucho que Paulo Coelho y los autores de El Secreto se empeñen en llevarnos la contraria. Y entonces, si estoy de acuerdo con lo que esa entrada comenta... exactamente ¿qué hago aquí? Pues pensar en voz alta, que es en el fondo para lo que me está valiendo el blog.

Es cierto que la RAE define querer en su primera acepción como "desear o apetecer", pero sabemos que no basta con que yo quiera/desee correr los 100 metros en 15 segundos (y ya exagero) para que pueda hacerlo. Pero la RAE, que es sabia como solo la inteligencia colectiva sabe serlo, nos recuerda en su tercera y quinta acepción que querer es también "tener voluntad o determinación de ejecutar algo" y "pretender, intentar o procurar". Claro, aquí la cosa cambia. Si yo quiero/tengo la voluntad/pretendo correr los 100 metros en 15 segundos parece que ya estoy más cerca de conseguirlo que si simplemente lo deseo. Por supuesto, querer sigue sin ser un sinónimo de poder, pero aquí empiezan los matices. Para que Alberto Contador esté pudiendo correr la Vuelta a España después de una fractura en la tibia, no le ha bastado con desearlo, sino que ha tenido una alta dosis de voluntad, de determinación y de trabajo. Ese pretender, ese intentar ejecutar algo es lo que relaciona el querer con el poder.


¿Y todo esto qué tiene que ver con la fisioterapia? Ahora en sanidad está muy de moda la palabra empoderar, y por mucho que nos duela,  decir que la RAE, en el avance de su vigésimo tercera edición la incluye y define como "hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido". Sin entrar a valorar si el paciente es un individuo desfavorecido o no, sí que parece que nuestra responsabilidad es darle al paciente ese poder para alcanzar, mantener, o recuperar el estado de salud deseado. Eres más poderoso de lo que crees, nos lo recuerda hasta la publicidad de Apple.

Esta claro que no basta con querer curarse para poder curarse, cualquiera que haya perdido a una persona querida por una enfermedad sabe bien esto. Pero podemos estar bastante de acuerdo en que es muy dificil poder curarse sin querer curarse. Este juego de palabras, traducido a lenguaje proposicional, convierte el "querer" en condición necesaria pero no suficiente para "poder". Aceptado que el proceso de salud es un proceso activo no nos basta entonces que el paciente quiera (desee) curarse, sino que quiera (tenga la voluntad, pretenda, intente, procure) curarse. A Dios rogando y con el mazo dando, que dice la tradición refranera española. Necesitamos que el paciente quiera curarse, aunque eso no nos garantice que lo consiga.

Cuantas veces he oído a un compañero decir "ese paciente no quiere mejorar" como explicación para los nulos avances en su tratamiento. Podemos pararnos ahí o seguir probando técnicas nuevas. O quizás, en esas ocasiones, lo necesario, nuestra responsabilidad como agentes de cambio, sea estimular esa voluntad, esa motivación que convierte un deseo en una acción, una acción en un trabajo, un trabajo en un resultado. Nadie coronó una montaña sin quererlo, y sin esforzarse para conseguirlo. Querer no es poder. Pero es un buen principio.

Gracias y buena lectura.

Imagen:"Alberto Contador (Tour de France 2009 - Stage 17)" by McSmit - Own work. Licensed under Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0-2.5-2.0-1.0 via Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Alberto_Contador_(Tour_de_France_2009_-_Stage_17).jpg#mediaviewer/File:Alberto_Contador_(Tour_de_France_2009_-_Stage_17).jpg

lunes, 25 de agosto de 2014

Vacaciones

Hoy no me apetece hablar de fisioterapia. Hoy estoy de vacaciones, así que hablaré de eso. De las vacaciones que fueron, de las que son, de las que serán. Como si Dickens hubiese decidido mandarme sus fantasmas para un cuento de verano.

El fantasma de mis vacaciones pasadas tiene un color, el verde. Y un olor, el que emana del cuerpo de los animales durmiendo en un pajar. Creo que todas mis vacaciones, o al menos todas las que recuerdo, tienen como epicentro una aldea perdida en el corazón de Galicia. Aldea suena incluso pretencioso. Más bien ocho casas mal dispuestas y mucho bosque alrededor. En el centro de ese epicentro la casa de mi abuelo, un pajar, que por allí se llama palleira, y vacas, cerdos, gallinas, perros... Me recuerdo siempre mirando los ojos de las vacas, esos ojos grandes y limpios, ¿cómo nos verán ellas? Pero mis vacaciones no solo eran vacas. Lo mejor de aquellas vacaciones, lo que hace que pertenezcan para siempre al terreno dorado de la infancia es la presencia de la familia alrededor, madre, padre, hermanas. Abuelos míticos y vivos. Bisabuelos mitológicos y muertos, tíos, primos, gente de paso... no siempre bien avenidos, pero siempre juntos, alrededor de una baraja de cartas, de un horno de cocina en una tarde de lluvia (sí, en Galicia a veces llueve), comiendo pulpo o churrasco, sacando patatas o maíz, según tocase. Viajando todos juntos encima de un carro de hierba recién cortada... no sé como eran las vacaciones de los demás niños. Las mías fueron perfectas. Mil gracias a los que las hicisteis posibles.

Luego crecí. Y quién sabe si por esa parte de sangre del noroeste que llevo en las venas me hice emigrante. Y como buen emigrante seguí religiosamente respetando esa cita. Todos los años, el verano me encontraba puntual en Berres (sí, la aldea tenía incluso un nombre). Como si ese viaje me devolviese momentaneamente a la infancia. Ya no estaban mis abuelos. Algunos primos no aparecían por allí. Mi padre dejó de viajar para siempre hace unos años. Ya no quedaban vacas, ni perros ni gallinas. Pero algo me seguía llevando en aquellos campos a mi infancia.

Este año no. Este año, por vez primera mis vacaciones no pasan por Galicia. Y sin embargo tienen un olor inconfundible. Más reciente, más rico, más fresco. Mientras escribo estas líneas en La Vera (y que nostalgia de alguna tarde de lluvia o de un poco de niebla, carallo) Elisa duerme con su madre. Mis vacaciones de este año huelen a su leche, a su piel sudada. Tienen el sonido de sus llantos, de sus primeras vocalizaciones. Serán, por diferentes, únicas. Nunca tan poco me importó el qué hacer, el dónde ir, o el qué ver. En este momento todo lo llena su presencia.

¿Y mis vacaciones futuras? No sé ni dónde ni cómo. Durante tiempo pensé que era el sitio lo que hacía maravillosas mis vacaciones, luego, a medida que el sitio permaneció inmutable y fueron faltando los actores me di cuenta que eran las personas que la poblaban las que hacían de aquella casa un sitio mágico. Me gustaría que todas mis próximas vacaciones fuesen para Elisa ese lugar mítico y mágico al que volver cuando de mayor se sienta un poco perdida. Cuando la adulta que será tenga morriña de la niña que todavía no es. Será mi manera de seguir agradeciendo las vacaciones que yo tuve... 

Gracias y buena lectura.

miércoles, 30 de julio de 2014

Importando conocimientos. Comunicación y emociones.


"La fisioterapia es el arte y ciencia..." Muchos fisioterapeutas nos hemos formado escuchando estas palabras (OMS, 1968) desde las primeras lecciones. Gracias al trabajo y al empeño de algunos compañeros, la primera parte de esta definición es nuestro pasado, mientras que la segunda marca claramente nuestro presente y nuestro futuro.
En la búsqueda constante para mejorar la calidad de nuestros tratamientos (una de las motivaciones que impulsan la investigación científica), buena parte del viaje ha tenido como motor la terapia manual, que ha presentado estudios con un rigor científico cada vez mayor, rigor que se ha contagiado en los últimos años a la electroterapia, con estudios  sobre técnicas cuyos nombres o marcas pueden resultar nuevos, pero cuyas bases físicas y fisiológicas nos han acompañado siempre. Toda la evidencia científica recogida en este tiempo nos ha permitido conseguir resultados mejores, en menos tiempo, y más duraderos. A pesar de ello, en algunas ocasiones, nuestros tratamientos no obtienen los efectos esperados. El enfoque biopsicosocial de la salud (Engel, 1977) nos ofrece una perspectiva diferente, más amplia, que nos ayuda para seguir mejorando, apoyándonos en campos tan dispares como la teoría de la comunicación o la psicología de la emoción. Campos que quizás nos puedan parecer lejanos de nuestro marco conceptual, pero que, por poner un ejemplo, no lo son más que la arquitectura, de la cual hemos tomado prestado el concepto de tensegridad.

Resulta habitual, en la formación pre y post grado del fisioterapeuta, incidir en la necesidad de una buena entrevista clínica que nos permita recoger la mayor cantidad de información sobre la situación del paciente, sin embargo, no resulta tan habitual recordar al profesional que la comunicación verbal, en la que basamos ese proceso, representa entre el 7% y el 40% (Mehrabian, 1967; Davis, 2005) de todo el intercambio. Esa cantidad de datos perdidos se convierte en un sesgo que tendrá consecuencias en nuestro tratamiento. Dentro de ese contexto, la escucha activa, prestando atención no solamente a lo que se nos dice sino a la manera de decirlo, a la gestualidad asociada y a los silencios de la conversación, puede convertirse entonces en una técnica de recogida de datos que completará la valoración articular, muscular y funcional.



Otra ciencia que ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años (y el programa divulgativo Redes es un buen ejemplo de ello) es la psicología de las emociones. Los estudios de neurólogos como Damasio han permitido conocer cada vez mejor el funcionamiento de la amígdala en las reacciones emocionales. La visita que una persona con dolor o limitación funcional realiza a un profesional sanitario tiene probablemente un carácter emocional más intenso para el paciente de lo que pueda tener llevar el coche al taller o reparar un disco duro. En este contexto emocional, saber reconocer las señales de alarma, validar al paciente en sus miedos y compartir sus objetivos pueden ser nuevas herramientas que inclinen el resultado del tratamiento hacia aquello que paciente y fisioterapeuta esperan. Uno de los libros que más influencia ha tenido en la evolución de la fisioterapia en los últimos años, Explicando el dolor (Butler, 2003) es un buen ejemplo de la importancia de los avances en este sentido.


La lista de disciplinas científicas de las que la fisioterapia puede y debe nutrirse sería mucho más extensa. Nuestra responsabilidad como profesionales de la salud es la de ofrecer un verdadero tratamiento global, y no sólo estructural o funcional, a nuestro paciente.  Y como exponentes de una salud basada en el conocimiento científico ese tratamiento debe basarse en ciencia y no en otros conocimientos. La frase "eso no se aprende en ningún sitio, se va desarrollando con el tiempo" refiriéndose a estas habilidades, se ha repetido tantas veces que podría pasar por cierta, pero resulta tan errónea como la afirmación de que para aprender a realizar movilizaciones con movimiento o punción seca bastará con dejar pasar el tiempo y estos conocimientos se instaurarán por ósmosis en nuestro intelecto. Eso suena a magia, y va siendo hora de dejar el arte, otra vez, atrás.

Gracias y buena lectura.

Artículo publicado previamente en www.instema.net
Imagen por CleftClips bajo licencia Creative Commons

viernes, 25 de julio de 2014

La Costa Concordia y la gestión del riesgo clínico.

Mientras escribo esta entrada la Costa Concordia sigue navegando hacia el puerto de Génova. Me sirve la Costa Concordia para hablar de lo que quiero hablar hoy, pero podría hablar de la curva de Angrois, del Prestige, del vuelo de Spanair, o del avión que ha caído hoy en Mali... quizás simplemente hablo de la Costa Concordia porque conocí a algunos de los hombres que la hicieron y es a la vez suficientemente lejana para nosotros como para que no nos afecte en primera persona. 

Cuando se piensa en la Costa Concordia, y sobre todo si uno vivía en Italia en aquel momento como me pasaba a mí, viene a la cabeza el comandante Francesco Schettino... y asociado a su nombre llega hasta la boca un calificativo que es a la vez una sentencia. Culpable. No. No voy a defender su inocencia ni a criticar su culpabilidad, de eso ya se encargan los jueces, y como suele pasar, antes de ellos, los periodistas y la opinión pública. No, yo quiero hablar de algo más pequeño. De algo infinitamente más pequeño y que sin embargo sucede en nuestros trabajos todos los días. Alguna vez. Varias veces. Muchas veces. Los errores. Los errores mudos, que no salen en los informes. O los errores que no llegan a causar problemas simplemente por una cuestión de suerte.

Quizás sea porque confundimos error con culpa. Quizás sea porque desde pequeños, ante un error, lo que la sociedad nos enseña es a barruntar un "no he sido yo" cuando en el fondo sabemos, como se dice ahora, que la hemos liado parda. El caso es que parece que no existen los errores. O que son mucho más raros de lo que verdad son. O mejor aún, que existen y no valen para nada. Cuando precisamente, si algo sirve en esta vida son los errores. Pero para eso hay que cometerlos. Asumirlos. Compartirlos. Aprender de ellos. Y eso nos cuesta.

Una de las fisioterapeutas que más aprecio realizó un maravilloso trabajo de fin de grado sobre los errores clínicos en fisioterapia. Tuve la suerte de leerlo y comentarlo con ella muchas veces. Probablemente (y a pesar de que esta semana se empeñe en llevarnos la contraria) la aviación es el campo técnico donde los errores están más controlados. La gestión del riesgo (el Risk Management para esos a los que le molan los palabros ingleses, que así parece más importante) en aviación demuestra que el error no es nunca producto de un simple acontecimiento, sino de una cadena de sucesos. Eso hace que cuando existe un "incidente adverso" no exista un culpable (no hablo de culpable en términos jurídicos) sino muchos responsables. Volviendo a la Costa Concordia, la responsabilidad no cae solamente en el capitán, sino también en el segundo que le autoriza a hacer una maniobra prohibida, en todos aquellos que durante años han permitido que esa maniobra prohibida se hiciese sin decir nada, en aquellos que han permitido que al frente de aquel barco hubiese gente que hacía maniobras prohibidas...

En fisioterapia (e imagino en otras profesiones) pasa un poco lo mismo. Las cosas se hacen mal, o por decirlo con un eufemismo, no del mejor modo posible. Y a veces, la mayoría, no sucede nada. Y otras (pocas por suerte para nosotros) a algún paciente le toca la china y se lleva una quemadura, una caída,  un retraso en su recuperación, un aumento de su patología, o algo peor. Entonces nos miramos y ponemos cara de "qué ha pasado aquí", nos apenamos mucho y al final no cambia nada y simplemente esperamos que "eso" no vuelva a pasar. Pensamos al error como un solo acontecimiento sin darnos cuenta de que el error es toda la cadena que ha permitido que eso pase.

Pues la gestión del riesgo no es eso. La gestión del riesgo es tomar nota (y no siempre lo hacemos) de aquello que no ha funcionado. Tomar nota de aquellas cosas en las que aunque no haya sucedido ningún evento adverso hubiese podido suceder (y si lo otro no siempre lo hacemos, esto ya es irreal). Tomar nota de todo (porque no sabemos a priori dónde surgirá el error). Y a partir de ahí, establecer una cadena de responsabilidades. Identificar dónde residen los puntos débiles del sistema. Hacer modificaciones. Asumir los errores. Comentarlos con otros. Corregirlos. Pero para eso hay que tener voluntad de asumir que nos equivocamos. Asumir, y dejar por escrito, las cosas que hacemos mal (o que podríamos hacer mejor). Y que sean otros los que las valoren. Sin ánimo de juzgar. Simplemente con el espíritu de que todos mejoremos nuestro trabajo. Pero claro, a ver quien tiene el valor de publicar un tuit diciendo "lo he hecho mal", cuando lo que mola es publicar uno diciendo "lo he hecho bien". Pues señores, se aprende de los dos. Y los necesitamos. A lo mejor no tenemos que descubrir nada nuevo para ser mejores. Simplemente hacer mejor lo que creemos que hacemos bien.

Gracias y buena lectura.

viernes, 18 de julio de 2014

Chillida. Fosbury. Viajar.

            Hace un par de meses tuve el honor de ser invitado para hablar delante de los estudiantes de último año de grado de la Universidad Europea de Madrid. Viendo como está el patio laboral por aquí y conociendo mi experiencia más allá de las fronteras patrias mi charla versó sobre una de las cosas que mejor se hacer y que más útil les podía resultar: los viajes. Como dije allí, un viaje no es solamente el acto de ir de un sitio a otro, sino que el verdadero viaje, el viaje que nos mueve constantemente es una actitud ante la vida. Como decía la frase de Anibal en la publicidad de Johnny Walker "Encontraremos un camino. Y si no, lo haremos". (Por cierto, que bien queda el inglés... porque no creo que nadie comprase un botella  de un whisky llamado Juan Andarín).

            Reproducir en el formato de un post una charla informal es imposible, pero quiero aprovechar para compartir un par de detalles sobre esa actitud ante los viajes. Un par de anécdotas de dos hombres que nunca pasarán a la historia como grandes viajeros. Y que sin embargo lo fueron.

            Cualquiera que haya dado una vuelta por San Sebastian, o por A Coruña, o por Gijón, o por otras ciudades españolas, habrá visto sus obras. Eduardo Chillida es probablemente uno de los escultores más importantes que ha tenido España en el siglo XX. Chillida abandonó sus estudios en la Escuela de Arquitectura para dedicarse a la escultura, y ese fue el primer viaje que nos enseñó. La necesidad que a veces nos obliga a abandonar un camino para poder transitar otro. Quizás algunos ya sabían esto. Lo que muchas menos personas saben es que antes de abandonar la Escuela de Arquitectura uno de sus profesores, viendo la facilidad con la que dibujaba con su mano derecha, casi sin esfuerzo, le invitó a intentar hacer sus dibujos con la mano izquierda. Chillida cuenta en alguna de sus entrevistas, que de esa manera, teniendo que prestar una nueva y mayor atención a lo que antes le salía natural, obligaba a su cerebro a buscar nuevas respuestas, a pensar, a cambiar el punto de vista. Que gran metáfora del viaje. Seguir haciendo aquello que hacemos bien, aquello que no nos resulta difícil, es cómodo y quizás podamos confundirlo con nuestro éxito. Pero para crecer, para evolucionar, nos hace falta salir de ese espacio de seguridad. Asomarnos a nuestros propios límites. Y dejar que el cerebro haga el resto. Como cuando dejó la arquitectura, demostró que viajar es ser capaz de abandonar.


            A Dick Fosbury lo hemos visto hace poco en televisión haciendo anuncios. No, no pasará a la historia por eso. Ganó una medalla olímpica. Y aunque eso es mucho más difícil tampoco será por eso por lo que se le recuerde (y al que crea que sí le reto... ¿quién gano la medalla olímpica de salto de altura en los juegos de Atenas 2004?). Lo que hará que Fosbury sea recordado durante mucho tiempo es que cambió la manera de saltar. Viendo ahora las imágenes parece impensable saltar de otra manera. Pero si es impensable es por que él se atrevió primero (y porque además de hacerlo, venció... la victoria siempre es una buena ayuda para cambiar las cosas).

            Fosbury no era un atleta magnífico (de hecho nunca consiguió hacer el record del mundo con su propia técnica) pero seguramente era un magnífico inconformista. Llegó hasta su límite haciendo aquello que se había siempre hecho, y viendo que aquel límite le quedaba estrecho intentó buscar una nueva manera de hacer las cosas. Y la encontró. Más eficaz. Más eficiente. Y más bonita. Con su salto Fosbury nos regaló otro tipo de viaje. Un viaje más allá del pensamiento único, más allá del "se hace así porque siempre se ha hecho así y porque todos lo hacen así". Nos enseñó que si se hace así es porque a lo mejor a nadie se le ha ocurrido hacerlo de otra forma. Viajar es experimentar.

            Ojala esos chicos que acababan la carrera ese día sean capaces de viajar como lo hicieron Chillida y Fosbury. Experimentando y abandonando. Abandonando y creciendo.  Ojala todos seamos capaces de seguir viajando como lo hicieron ellos.


            Muchas gracias y buena lectura.